miércoles, 4 de agosto de 2010

El Juicio de los Muertos

Luego de la muerte, el alma debía ser juzgada ante el tribunal divino de Osiris, que juzgaba la conducta del difunto durante su vida. En el juicio se utilizaba una balanza controlada por Anubis. En un platillo se colocaba el corazón del muerto que simbolizaba sus acciones en vida y en el otro la pluma de Maat, diosa de la verdad. Si la balanza mantenía el equilibrio significaba que el hombre había sido bueno y ganaba el derecho a vivir junto a Osiris en el mundo de los muertos gozando de una eterna felicidad. De lo contrario, el alma del difunto sería entregado a la ‘Devoradora’, un monstruo con forma de cocodrilo.
Para que el muerto se defendiera ante el tribunal de Osiris, se colocaba junto a la momia el ‘Libro de los Muertos’, que contenía un conjunto de fórmulas que debía recitar al ser juzgado. El texto decía así:
“No he cometido ningún fraude contra los hombres. No he atormentado a la viuda. No he mentido ante el tribunal. No he sido holgazán. No he hecho lo que es abominable para los dioses. No he matado. No he tomado los panes de los templos, ni las tortas ofrecidas a los dioses. No he alterado las medidas a los granos. No he cazado los rebaños sagrados, no tomado con red las aves divinas, ni pescado los peces sagrados. No he vendido con pesas falsas ni he falseado la balanza. No he cortado un canal. No he rechazado al dios en su procesión. ¡Soy puro, soy puro, soy puro!”

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